En medio de un panorama global complejo, América Latina y el Caribe marca un nuevo hito en su lucha contra el trabajo infantil: entre 2020 y 2024, casi un millón de niñas, niños y adolescentes salieron de esta situación. La región consolida así una tendencia de más de dos décadas de avances sostenidos, logrando una reducción del 50% desde 2008.
Este logro confirma una verdad clave: cuando la acción es colectiva, estratégica y sostenida, el cambio es posible, incluso en contextos difíciles. Sin embargo, a pocos años de cumplir la Agenda 2030, el ritmo actual no es suficiente. Es urgente acelerar con voluntad política, enfoque técnico y acción articulada.
“Veinte años de avances sostenidos nos demuestran que es posible erradicar el trabajo infantil. Pero para llegar al 2030, necesitamos hacer más, hacerlo mejor y hacerlo juntas y juntos”, afirmó Pilar Rodríguez, Coordinadora Regional de la OIT para la Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libre de Trabajo Infantil.
Desafíos que exigen respuestas específicas y ambiciosas
A pesar de los avances, persisten focos críticos que requieren intervenciones específicas. El 61% del trabajo infantil peligroso se concentra en adolescentes de 15 a 17 años, mientras que 800 mil niñas y niños de 5 a 11 años realizan tareas peligrosas. El trabajo doméstico en niñas de 12 a 14 años duplica la tasa de trabajo infantil en este grupo, visibilizando una realidad que históricamente ha estado oculta. Además, casi la mitad de los adolescentes que trabajan están fuera del sistema educativo.
Estos datos no solo evidencian los retos pendientes, sino que señalan con claridad dónde y cómo actuar. Sectores como la agricultura, territorios que presentan mayor prevalencia y grupos vulnerables como las niñas trabajadoras del hogar, requieren respuestas precisas y diferenciadas.
La Iniciativa Regional: articulación, estrategia e impacto real
Frente a esta realidad, la Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libre de Trabajo Infantil se posiciona como una plataforma clave para acelerar la acción. Conformada por 31 países, articula esfuerzos entre gobiernos, sector empresarial y sindical, en coordinación con organismos internacionales y sociedad civil, para transformar datos en decisiones y decisiones en impactos.
Herramientas innovadoras como el Modelo de Identificación del Riesgo de Trabajo Infantil (MIRTI) permiten enfocar mejor las políticas, intervenciones y recursos, atendiendo las zonas, edades y sectores con mayor urgencia. Esta capacidad de responder con precisión técnica y territorial ha sido determinante para alcanzar los avances actuales.
La Iniciativa Regional también impulsa alianzas estratégicas y promueve la inclusión del trabajo infantil como eje transversal en agendas de desarrollo, presupuestos nacionales y programas sociales.
Una meta posible, una responsabilidad compartida
Aunque el camino por recorrer es exigente —la región debe multiplicar por 11 el ritmo actual de reducción para alcanzar la meta de 2030—, los resultados demuestran que es posible acelerar. La clave está en impulsar iniciativas más ambiciosas, visibles y sostenidas.
Hoy más que nunca, erradicar el trabajo infantil no es solo un compromiso con la infancia, es una apuesta por un presente más justo y un futuro con oportunidades reales para toda la región.
Conoce más sobre las estimaciones mundiales:
https://www.ilo.org/es/resource/news/pesar-de-los-progresos-el-trabajo-infantil-sigue-afectando-138-millones-de
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